-¡Hey Beto!
¿Qu’ases?
-No me
chingues Enrique…
-Pero si te
veo muy ensombrecido, mu’taciturnó
-Enrique:
no me chingues.
Dos estudiantes caminan por un extenso
boulevard; cualquiera de esos donde tenga una estatua dorada que figura toda
una cínica alegoría de la paz y hermandad, entre otros monumentos que tal vez
un invasor instaló pero el nuevo o viejo gobierno no lo tumbó por pereza o
falta de ocio.
-Es que no me chingues, Enrique; las cosas
siempre se van de la mierda a la cagada y viceversa
-No te pongas así, Beto, ya te la sabes que los
mamones siempre ganan
-¡Eso mismo es lo que me joroba la cordura!
¿Crees que mis testículos siempre van a mantenerse bien parados para que un
ojete los patee y pisotee? Los hijos de la chingada siempre se salen con la suya
¡Tras!, Beto patea un bote de basura y cae
sobre el suelo. Una lata Campbells rueda y se esparce sobre el coladero
próximo.
-Ay, Beto... Si te dijera. La neta, estas cosas
de la farándula tal vez no sean para ti
-No es cosa de pertenecer a una bola de hipócritas;
es mi deseo de tener voz, no quedarme estático en mi buró con una ociosidad de
terrible en ver dramas, series anglosajonas y masturbarme una que otra vez
-Hijuela, pos si te dijera…
-No, no me lo cuentes.
Da la vuelta y mira aquel monumento que les
dije. Ese, ese que muy probablemente sea dorado mas no de oro
-Puta mentira, Enrique. Ojalá mi padre fuera
danés y mi madre inglesa o francesa o incluso holandesa para dármela del muy
“fiu fiu”
-Beto, tú’sabes que eso no’s necesario. La vida
sigue su curso, aunque en el transcurso haya cursera
-Mal consejo, mal dicho y mala rima
-Es que ya’ves que aquel Miguel Zapata ni
madres es de blanco, nada güerito nada bonito y escribe perfectito
-Que ya sé; pero si no es de la metrópoli, es
extranjero, así que me chingo porque soy de provincia y muy de provincia
En su mente Beto imagina que escupe aquel
monumento y orina la cara de aquel inmutable y formidable cuerpo escultural
–que imagino que si hubo una modelo no estaba tan bien proporcionada.
-¿Pos qué más de provincia puede ser’uno?
-¡Beto! Qué me cae que estás pendejo, aunque
pa’ libar ni hablar…
-¡Ah, no! Hasta tú te la das de rimador
-Sólo por esta vez y por accidente, Beto. Te
aguanto nomas porque eres mi hermano del alma.
-Así mero, Beto, ya te vas amansando
-¡Chingado y rechingado! Me encanija que
siempre un pinche metropolitano o un súper criollo –me vale que luego me
cuestiones que si qué racista o colonialista, ni madres-, pero siempre uno se
friega y se friega y el mismo resultado de perder. ¿Qué? ¿Que si palancas? No,
no, muy de vez en cuando uno puede ganar un empleo, concurso o cualquier miedo
para obtener fama, dinero y levantar el ego con mucho trabajo y esfuerzo. ¿No
crees? Tengo que venir de familia rica y noble o de abolengo; tengo que servir como
lamebolas a un incuestionable hijo de puta; tengo que moler maíz con mis
dientes para tamalear mis textos y hacerlos lo más interesantes posibles y me
salen chilaquiles perdidos; tengo que desgarrarme el alma y tirarme del monte
para TAL VEZ los amarillistas me publiquen un libro y digan “esto lo escribió
el muchacho posible suicida en tal fecha de tal estado”
Hiperventilación.
-¿Estás bien, Beto?
-Uf…
-¿Beto?
La larga amarillenta frente de Beto se posa
entre sus ambarinas manos y se sienta en la acera. Llora y la cabeza naranja
horizontalmente ovalada de una persona asoma con penumbra atrás.
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